Cuba es sin duda un país diferente al resto en muchos sentidos. Su historia en estas últimas décadas, marcada por la dictadura socialista de Castro, ha sumido a la nación en un cierto aislamiento provocado por el bloqueo de otros países como Estados Unidos, en una relación bilateral que ha ido acercándose y alejándose por momentos. Al ser una isla, Cuba siempre ha requerido de la ayuda de otros países para evolucionar. Sin embargo, los años de autarquía también han dado sus frutos, y aunque la pobreza sigue siendo general en toda la nación, los cubanos han logrado desarrollar orgullosos su propio carácter cultural, destacando en la educación y en la sanidad, con algunos de los mejores profesionales mundiales en estos campos. La escolarización en Cuba está por encima de muchos otros países “desarrollados”, y su sistema sanitario, totalmente gratuito, supone un ejemplo para otros países incluso más democráticos.
Pero nosotros venimos a hablar de arte, y no de política, aunque es obvio que en Cuba ambos conceptos están tremendamente relacionados, como no podía ser de otra forma. El socialismo y su visión del mundo han marcado por completo la vida en la isla, y también a los artistas. Muchos de ellos huyeron en su momento de la dictadura y han desarrollado su arte en otros países, como Estados Unidos (donde encontramos ciudades como Miami, que son un hervidero de cubanos y latinos) o España.